Mariano Viñas Dordal
nació en Moià (Barcelona) en 1868, año de la Revolución Septembrina
y del destronamiento de Isabel II. En aquellos días asomaba la
Catalunya industrial como alternativa a la empobrecida Catalunya
rural. Se habían establecido las bases del movimiento cultural de
la Renaixença, con una voluntariosa mezcla de imaginación,
idealismo, intuiciones y fe en las utopías. La manifestación más
visible de tal empeño fueron los Jocs Florals, instaurados el
primer domingo de mayo desde 1859 en Barcelona, en los que destacó
Jacint Verdaguer (1845-1902) en literatura y Lluis Millet
(1867-1941) en dirección coral.
Los Viñas se
dedicaban a las labores del campo, obteniendo escasos ingresos, por
lo que Mariano tuvo que servir en una casa acomodada para poder
pagar sus estudios. Por unas declaraciones de Mariano Viñas para
la causa de beatificación del siervo de Dios Francesc Coll, en 1930,
sabemos que sus padres eran profundamente creyentes, participantes
activos en asociaciones marianas que difundían el rezo del rosario.
Su padre era muy aficionado a la música, como recordaba su hermano,
el célebre tenor Francesc Viñas (1863-1933): “Él, que tenía un
gran sentido artístico, una voz magnífica, abaritonada y expresiva,
hacía de maestro; nuestra pobre madre también tenía su papel: ella y
mi hermana Concepción cantaban de primeros, mi hermano Mariano y yo
de segundos y nuestro padre de tercero. Así distribuíamos nuestras
voces, que eran como las de los pájaros cuando empiezan a piar; con
estos cantos ahogábamos nuestras penas, que tanto abundaban en las
casas de los pobres...” (Del libro “Francesc Viñas. El gran
tenor català fundador de la ‘Lliga de Defensa del Arbre Fruiter’”,
de Luigi de Gregori, Editorial Barcelona, 1935). En 1878 nació el
cuarto hermano, Pedro Viñas, farmacéutico, fundador de los
Laboratorios Viñas.
Cursó estudios
eclesiásticos en el Seminario de Vic, siendo ordenado sacerdote en
1891. Fue coadjutor en las parroquias vicenses de Osor y Roda de Ter.
El 31 de octubre
de 1892 Viñas escribe por primera vez a Verdaguer (las dos cartas
se encuentran en el Fons documental de Verdaguer del Arxiu Històric
de la Ciutat de Barcelona). Está escrita en Osor y el tono es de
notable humildad y respeto: “Estimado
Señor: no sé si soy merecedor de dirigirme por primera vez a usted,
pero recordar la sencillez y modestia que, más que a sus obras,
han hecho grande a Mossen Jacinto, ha impulsado mi
iniciativa.No dudo que Aquel Señor que sabe dar ciento por
uno, le tendrá preparada una hermosísima corona por sus frutos, que
ha aportado a nuestra Santa Religión con sus cánticos místicos,
especialmente en nuestra querida tierra catalana. ¡Quiera Dios
conservarlo por muchos años para gloria de nuestra religión y de
nuestra patria!Era yo un niño y después de la publicación
primera de sus ‘Idilis’, que tuve la feliz ocasión de leer, y en
ellos la hermosa oración a María ‘Dolce Mare del bon Deu’ tanto me
cautivó que la aprendí de memoria. Entonces había empezado a
estudiar solfeo y, pese a que entendía bien poco, elaboraba
pensamientos en música, para ver si lograba a través de la oración
encontrar una melodía que me gustase. Todo esto sucedía alrededor de
Vic, yendo y viniendo de la casa de payés en donde servía en el
inicio de mi carrera eclesiástica, hace poco finalizada, sentí
despertar en mí una simpatía por la composición musical y, de hecho,
es la primera que le ofrezco sobre la misma oración. No puedo menos
que suponer que mi poca experiencia en el arte musical, habrá hecho
inevitable un gran número de faltas, indignas de la letra que
hermosea la composición, y esto me ha detenido unos días sin acabar
de atreverme a mostrársela, peroa instancias de mis amigos y
creyendo que usted se lo merece, me he determinado a enviársela,
esperando que si la ofrenda no corresponde a la dignidad de su
persona, me permitirá supla tal cosa con la ternura del afecto que
le dedico. No quiero molestarle más. Le ruego me tenga presente
delante de Dios en sus fervorosas oraciones y sepa que tiene un
amigo que le aprecia de corazón. Su capellán afirmísimo en Cristo:
Mariano Viñas”. Le adjunta la partitura manuscrita. Éste fue el
inicio de una colaboración continuada. Amadeu Vives decía que
Verdaguer solía responder a los elogios de los compositores con
estas palabras: “Lo mío, la letra, no tiene
ninguna importancia. La letra es el colgador de la música, nada
más”.
En un apunte
biográfico que precede a tres obras de Mariano Viñas, en el
“Repertorio Orgánico Español”, colección de los hermanos Iruarrízaga
de 1930, podemos leer que “en 1894 se trasladó a Roma, donde
estudió armonía, contrapunto, fuga, composición e instrumentación
bajo la dirección del maestro Capocci”, sin precisar si se trata
de Gaetano Capocci (1811-1898) o de su hijo Filippo Capocci
(1840-1911), ambos compositores. Es improbable que corriera con los
gastos de su estancia y estudios. Me inclino a pensar que fue
pensionado por alguna diputación, como lo fuera el compositor
Francesc Alió (1862-1908), también destinado a Roma por la misma
época, merced a las de Gerona y Tarragona. No descarto la ayuda de
su hermano Francesc o de la diócesis de Vic. Por lo demás, nadie se
presenta a estos cursos si no tiene una sólida formación. ¿La de
Viñas se limitaba a los conocimientos musicales adquiridos en el
seminario? Seguramente no. Viñas, como Verdaguer, era tenaz, con una
gran capacidad autodidacta. El 8 de junio de 1896 responde desde
Roma a una carta de Verdaguer: “Acabo de recibir la muy apreciada
carta de usted y no sé cómo agradecerle debidamente el favor que me
hace dejándome trabajar sobre sus poesías, que inspiradas como son,
espero suplirán la pobreza de mi música. A cambio me ofrezco
enteramente a su disposición y, si me da ocasión de servirle, lo
aceptaré como un favor que usted me hace. Le agradezco su
felicitación por mis trabajos, que si en algo valen se debe a su
poesía. Por más añoranza que siento por mi amada patria, me parece
que no podré regresar antes de un año, pero cuando Dios tenga a bien
que así sea, desearía visitarle y volver a expresarle mi
agradecimiento. Tan pronto sea publicada la composición ‘Lo pecador
á Jesús’ le enviaré un ejemplar. Deseo que el Dulcísimo
Corazón de Jesús endulce las penas de su corazón y me encomiendo a
sus palabras”. Como
en la carta anterior, le adjunta la composición manuscrita. En esta
carta se entrevé que Viñas estaba al corriente de los infundios que
corrían por Barcelona y de las reprimendas de la Curia que sufrió
Verdaguer por su extraña conducta. Lejos de apartarse de él, le
muestra su incondicionalidad. Sorprende que Viñas no comente algún
detalle de su estancia en Roma o del aprovechamiento de sus
estudios. Aunque Verdaguer murió en 1902, Viñas siguió fiel a sus
textos.
El día de Pentécostes,
la capilla de la Basílica de San Juan de Letrán estrenó su misa
“Spiritus Domini”a cuatro voces y órgano, dedicada al
obispo Josep Morgades i Gili. Parece ser que no acabó el año en
Roma, continuando sus estudios de música en Barcelona bajo la
dirección de los maestros Antoni Nicolau (1858-1933) y Enric Morera
(1865-1942), dos compositores de peso en el panorama culturál
barcelonés de entonces. Este dato me afianza en la idea de que su
estancia en Roma se debió a una oportunidad que él aprovechó en su
momento, ya que lo más usual entre el clero con vocación musical era
estudiar en España y alguno se especializaba después en el
extranjero. Viñas pronto se dio cuenta de la capacidad de proyección
que suponía vivir en Barcelona, pues se encardinó en esta diócesis
en 1899, siendo coadjutor en Sant Joan de Gracia y Sant Francesc de
Paula, ecónomo en Sant Adrià del Besòs, organista en la parroquia de
Sant Cugat del Rec y capellán en la Basílica de la Mercè.
De nuevo cito el
apunte biográfico del “Repertorio Orgánico Español”: “En 1912,
después de unas muy disputadas oposiciones, entró en posesión del
beneficio de Maestro de Capilla de la Catedral de Barcelona”.
En la Vanguardia del 1 de diciembre de 1912, tras una petición del
Obispo para que se celebren prerrogativas ad petendam pluviam,
sigue esta noticia: “Ayer dio colación el vicario general de
esta diócesis del beneficio de esta catedral de segundo
maestro de capilla, al Rdo. don Mariano Viñas”,pues
Josep Marraco Ferrer (1835-1913) lo era a perpetuidad. Con motivo
de la restauración del órgano de la catedral, en la Vanguardia del
31 de mayo de 1944 se anuncian conciertos en los que aparece un
dilema: “Hoy, día de la inauguración tocará el reverendo don José
Mª Padró y Ferrer, presbítero; mañana, en la misa de Comunión, lo
hará el reverendo Mariano Viñas, beneficiado; en los actos
del triduo, don José Sancho Marraco, maestro de capilla, y
en el solemne pontifical del día de Corpus, el reverendo don
Francisco Baldelló, secretario de la Comisión de la música sagrada
del Congreso”. En el obituario de la Vanguardia del 22 de
diciembre de 1954, se vuelve a citar a Viñas como “maestro de
capilla”. En la Vanguardia del 17 de septiembre de
1960, en un artículo de homenaje a Josep Sancho Marraco, escrito un
día después de su fallecimiento, puede leerse que a Sancho Marraco
(1879-1960) “en la catedral le fue otorgado el nombramiento de
maestro de capilla en propiedad en 1923”. Dado que tanto Viñas
como Sancho Marraco coinciden en firmar sus obras como maestros de
capilla de la Catedral de Barcelona a partir de 1923, es evidente
que la Catedral de Barcelona contó con dos maestros de capilla a la
vez. En el “Fondo Sancho Marraco”, depositado en la Biblioteca de
Catalunya, hay cuatro cartas de 1915 que muestran una discursión
entre Viñas y Sancho Marraco. Al fallecer Josep Marraco Ferrer, dejó
un diario de ceremonias en el que especificaba detalles
organizativos y de contabilidad. Este diario pasó a manos de Viñas,
que lo consideró propiedad de la catedral, pero Sancho Marraco
sostenía que el diario le pertenecía, por haber sido de su tío. Pese
a que su contenido le era útil a Viñas para organizar los oficios,
tuvo que ceder ante las exigencias y amenazas veladas de Sancho
Marraco. Por ello supongo que cuando el Cabildo decidió reforzar la
Capilla, añadiendo a Sancho Marraco, la relación entre ambos sería a
lo sumo respetuosa, pero no cordial.
Durante la Guerra
Civil, Viñas logró escapar de la persecución religiosa disfrazado de
marinero francés, estableciéndose en Roma al amparo de los Hermanos
de las Escuelas Cristianas. Al acabar la guerra reanudó su actividad
y los fondos de música de la Catedral de Barcelona fueron
trasladados del Arxiu Capitular a la Biblioteca de Catalunya. Allí
debería hoy encontrarse toda la labor de Viñas como maestro de
capilla, pero incomprensiblemente no hay nada. Murió en 1954.
María Viñas Vilardell,
sobrina del compositor y alumna brillante, define a Mariano Viñas
como un hombre activo, saludable, de recio carácter, bondadoso,
serio aunque con sentido del humor, exigente pero
comprensivo.
La obra
Bastantes obras de
Mariano Viñas fueron publicadas en vida del compositor y ninguna
tras su muerte, por lo que podemos deducir que disfrutó de cierto
reconocimiento.
He mencionado Lo
pecador á Jesús (FM. Geidel de Leipzig, 1896) en la carta que
Viñas escribió a Verdaguer desde Roma. Compuesta para soprano o
tenor y acompañamiento, con letra de Veraguer, en catalán,
castellano e italiano, está dedicada a “ma estimada cunyada Julia
Novelli”. Esta plegaria describe la aflicción del cristiano por
las contradicción entre el propósito de seguir a Jesús y la falta de
constancia, junto con la confianza en la redención. Emotiva e
inspirada al principio y al final, tiene un motivo intermedio de
rasgos italianistas algo manidos. Las cuatro siguientes
composiciones, sin fecha, están editadas por Viñas, seguramente con
ayuda de su hermano, que por entonces ya había actuado con éxito en
la Scala de Milán, en el Covent Garden de Londres, en el teatro San
Carlo de Nápoles y en el Metropolitan Opera House de Nueva York. En
las portadas se publicitan las otras, un total de cinco. En todas
puede leerse este curioso aviso: “Barcelona: en todos los
almacenes de música y en casa del autor”. La primera entrega de
la serie es “Lo pecador á Jesús”, que acabo de comentar. El
Rosario a dos voces con acompañamiento está dedicado a “mi
amado Cura-párroco el Rdo. D. Modesto Rissech y Bas”. El
conjunto está formado por un Padre Nuestro en castellano (sin el Pan
Nuestro), un Dios te salve María (sin el Santa María) en castellano
y catalán, un Gloria Patri en latín (sin Sicut erat), El Pan nuestro
en castellano, un Santa María en castellano y catalán y un Sicut
erat en latín. Esta estructura obedece a que el canto debe
alternarse con el rezo de los fieles. Repeticiones del tipo “como
en el cielo, en el cielo”, algún breve interludio entre frases
que interrumpe más que complementa y el sostén del primer Padre
Nuestro a base de bloques de acordes iguales de corchea, desmerecen
la obra. El Trisagio a la Beatísima Trinidad a dos voces con
acompañamiento, en castellano, suena como un himno verdiano un tanto
previsible.Las Cinc Ave Marías (Dios te salve María
sin el Santa María) a dos voces y acompañamiento, con letra catalana
y castellana, son de desigual valor y con alguna alteración mal
preparada. La última entega, Somni de Jesús, “Melodía á
Solo y Chor d´ángels”, en catalán, “amb lletra d´En Jaume
Boloix”, resulta más afortunada. Observando estas piezas podemos
concluir que Viñas, a finales del XIX, todavía no había adquirido
un estilo personal en lo que a música sacra se refiere.
L´encís, Canço
de les fades, Cant III de la llegenda Canigó (Boileau, 1908) para
canto y piano, con letra en catalán de Verdaguer, es la
transcripción de la misma para coro a cappella, que fue
galardonada con la Flor Natural en la IV Festa de la
Música Catalana, de l’Orfeó Català ese mismo año. Sencilla y
grácil, comparte el aire de muchas canciones tradicionales
catalanas. En algunos pasajes altera en menos el séptimo grado, lo
que le confiere connotaciones arcaicas.
El Plor de la
tortora (no consta la editorial, 1909) para canto y piano, con
letra de Verdaguer, en catalán e italiano, fue estrenada en el
Teatre del Liceu el 4 de febrero de 1909, cantada por su hermano
Francesc Viñas. Está dedicada a “ma estimada nebodeta Mercé Viñas
y Novelli”. De carácter bucólico, mantiene las peculiaridades de
la pieza anterior, aunque más amplia y elaborada. Es una de las
piezas emblemáticas de Viñas.
La revista “Tesoro
Sacro-Musical” fue creada en 1916. Fue idea de varios miembros de la
Congregación Misioneros Hijos del Corazón de María, entre los que
destacó el Padre Iruarrízaga. El primer número apareció con ocho
composiciones en las que se hacía una brevísima presentación de las
mismas. Este esquema se mantuvo con alguna variante hasta 1924,
creciendo en extensión. La revista puso fin a su actividad en 1978.
Paso a detallar las obras de Viñas destinadas a esta publicación.
Bendita sea tu pureza (1919) a dos voces y órgano, con letra en
catalán, castellano y vasco, es una bella muestra del estilo
tardorromántico de Viñas aplicado a la música relgiosa. Serena y
meditativa, con un acompañamiento sazonado con interesantes
alteraciones accidentales, introduce un sugerente efecto antes del
final al pasar de fa mayor a re bemol mayor, para retornar a la
tonalidad del inicio mientras la melodía asciende por semitonos. Los
“Seis Cánticos a la Santísima Virgen” (1920) a una y dos voces con
acompañamiento, con letra de Verdaguer, en catalán, castellano y
vasco, siguen el mismo esquema menos el último: un estribillo breve
y las estrofas de mayor amplitud y riesgo a cargo de uno o dos
solitas, que concluyen en el acorde de dominante del estribillo,
invitando a la repetición de éste. Los títulos agrupados en esta
colección son: Venid a María, Gloria a María,
Corazón de María, La Divina Pastora, Dolores de María
y A María (Oración): Dulce Madre de mi Dios, que es “Dolça
Mare del bon Deu”, mencionada por Viñas en la primera carta a
Verdaguer. Todas poseen un delicado lirismo, resaltando la última
como la de mayor envergadura, de una dulzura conmovedora.
Lamentos de las Almas (Oh mortales) (1921) a una y dos voces
iguales con acompañamiento, con letra en castellano, catalán y
vasco, de autor desconocido al igual que las dos composiciones
siguientes, es un cántico catequético con un texto tremendista. La
música en sol menor se complementa a la perfección con la
ambientación trágica de este relato postrimero. Los Gozos a
Santa Lucía (1921) a dos voces y coro al unísono con
acompañamiento, no están escritos imitando el estilo antiguo de
este género, sino como un solemne himno de aclamación en la menor.
Más majestuosa resulta la Plegaria a Santa Teresa de Jesús
(1922) en la mayor, a dos voces blancas y acompañamiento, con una
flamante letra en castellano, catalán y vasco: “Desde el trono
fulgente que ocupa, de diáfana luz circundada...”. Pese al aire
marcial del tema principal, resulta original en la concepción del
discurso, y un episodio intermedio más lírico equilibra el conjunto
por contraste. La Misa del Corazón de María (1922) a dos
voces y órgano, con letra en latín, se inspira en la Misa gregoriana
“De Angelis”. A mi entender, el problema de esta obra es que desde
un punto de vista estilístico es indefinida: mientras que empieza a
la manera neopalestriniana, acaba de forma romántica. La Salve
Regina (1922) a dos voces, bajo ad libitum y órgano,
tiene como motivo generador el advocata nostra de la conocida
Salve gregoriana. El recurso está bien empleado, hay
unidad estilística y una calidez en la expresión muy complaciente.
El “Repertorio de
Cánticos Sagrados” (Editorial del Corazón de María, más tarde
Editorial Coculsa) no es un libro, sino una serie de volúmenes que
se publicaron desde 1912 -coincidiendo con el Congreso Nacional de
Música Sagrada de Barcelona- hasta 1954. La colección agrupa obras
de muchos compositores españoles de la época, muchas de las cuales
se volvían a editar junto con otras nuevas en tomos posteriores.
Algunas piezas ya las he mencionado por haber sido también
publicadas en la revista “Tesoro Sacro-Musical”. Sabemos que Viñas
conocía algunas composiciones de Lorenzo Perosi (1872-1956) porque
las había dirijido en la catedral. Hombre perspicaz, observando las
partituras tuvo que advertir que el acompañamiento no se escribe
igual para el órgano, que para el piano o el armonio. También debió
reparar en la escritura para voces que Perosi utilizaba en las
composiciones para la Basílica de San Pedro, sobrias, magnificentes
y elegantes, sin renunciar a los recursos románticos siempre que
estos siguieran los ideales cecilianistas. En esta línea compuso
Viñas un ambicioso Te Deum (1912) en fa mayor, manteniendo
cuatro versos gregorianos, incluida la entonación del principio,
para alternarlos con la polifonía. Pero se diría que en esta obra
sacra de ampuloso formato no halló excesiva inspiración; en los
momentos grandilocuentes libera el si del bemol y abusa de la
progresión Fa mayor - Sol mayor al becuadrar el si - Sol mayor 7 –
Do mayor – Do mayor 7- Fa. En el Regina coeli (1921) a dos
voces iguales y acompañamiento, utiliza el gregoriano con este
esquema: paráfrasis de la primera frase gregoriana y primera frase
gregoriana al unísono, igual con la segunda, tercera y cuarta frase,
y como coda un alleluia a cuatro voces. Preside el buen gusto en
esta recreación gregoriana. En el Stabat Mater en sol mayor
(1924)a tres voces y acompañamiento, tras una introducción
de once compases, la voz primera expone el tema gregoriano. En la
primera variación, mientras la voz segunda canta el tema gregoriano,
la voz tercera, que es el bajo, hace el contrapunto. En la segunda
variación la voz segunda repite el gregoriano, la voz tercera varía
el bajo anterior y la voz primera monta sobre el tema gregoriano,
actuando de tiple. La tercera variación es un recitado a tres
voces, con las frases separadas por un interludio de dos compases
por parte del acompañamiento, que sirve de transición, llevando la
tonalidad de sol mayor al acorde de si mayor séptima. La cuarta
variación es una paráfrasis del tema gregoriano en mi menor,
cantando todos al unísono. Durante el Amen en la menor, pasa a mi
mayor. Es una obra muy lograda e imaginativa. A continuación cito
otras piezas menos amplias: Despedida al Niño Jesús (1912) a
dos voces y acompañamiento; Yo te adoro (1912) a una voz y
acompañamiento; Amor de mis amores (1912)a una voz y
acompañamiento; Déjame, Madre arrimar (1912) a una voz y
acompañamiento; Consagración a María (1912) a una voz y
acompañamiento; Recibe ¡oh querida Madre! (1912) a dos o tres
voces y acompañamiento; Qué dulce es María (1912) para
coro al unísono, solo y acompañamiento; Adiós, del cielo encanto
(1912) a dos voces y acompañamiento; Rosario (1912) a
tres voces iguales y acompañamiento; Rosario (1912)a
cuatro voces iguales; Pues sois santo sin igual (a San José)
(1912) a una voz y acompañamiento; Joseph filii David (1912)
a dos o tres voces iguales y acompañamiento; Liberame Domine
(Responsorio de difuntos) (1912) a dos voces alternadas con el
gregoriano y acompañamiento; La pastorcilla (1925) a una voz
y acompañamiento; Ya que llenáis de favores (1925)a
una voz y acompañamiento. Esta publicación omitió casi siempre la
autoría de los textos.
Iberia Musical editó
“Cantics Marians” (sin fecha) a una y dos voces con acompañamiento,
con letra en castellano y catalán, la primera pieza con texto de P.
R del Valle y el resto de J. Verdaguer. Se encuentran en este
cuaderno: Mare de l´Amor, de nuevo Dolça Mare del bon Deu,
Anima Pura, Lo Gessamí, La Rosa de Gericó y La
Corona de Flors. Las melodías, de espléndida factura, parecen
fluir sin esfuerzo. Hay notables sutilezas armónicas en estas
miniaturas, que nos hablan de la fineza de espíritu de un músico
esforzado en describir los místicos hallazgos que se encierran en
la abstracción del espíritu.
El libro de Francesc
Viñas “El Arte del Canto. Datos históricos, consejos y normas para
educar la voz” (Editorial Salvat, 1932) está dedicado al Orfeó
Català y a su fundador Lluís Millet. El autor desea que su
experiencia y sus adquisiciones técnicas “puedan servir de norma
a cuantos deseen dedicarse al arte del canto y que al comenzar sus
estudios van perplejos, arrastrados por el entusiasmo de una ilusión
muchas veces falaz y engañosa”. La segunda parte del libro
contiene ejercicios prácticos en los que, entre melodías de
Beethoven y un aria de Marco Antonio Cesti, aparecen obras de
Mariano Viñas, una prueba de la gran estima que el tenor sentía por
su hermano sacerdote. En concreto Siete melodías para ser
vocalizadas, en las que se ejercitan los intérvalos de difícil
afinación, las notas de adorno, las agrupaciones exuberantes, el
legato... con un acompañamiento de piano muy libre, lo que
obliga al cantante a mantenerse afinado y seguro sin que el
instrumento lo sostenga; dos lecciones de conjunto vocal con
acompañamiento, la primera a dos voces blancas y la segunda a tres
para coro de hombres, ambas con entradas en imitación; un Panis
Angelicus sobrio y recogido, a la manera de César Franck;
finalmente Il gemito della tortorella, con letra de Verdaguer
traducida al italiano por A. Morandini, que es el “Plor de la
tórtora” pero aquí en fa mayor en lugar de mi mayor.
La “Colección de
Cánticos, Edelvives O.F.T.D.” (Editorial Luis Vives, 1950) recoge en
la sección “Al santísimo Sacramento. Para después de la comunión”
un coral de Viñas a cuatro voces sin acompañamiento, titulado Oh
Dios mío y todo mío,cuyo letrista obedece a las siglas
H. E. C. Bajo una sencilla melodía se añaden las demás
voces, en ocasiones a destiempo, logrando un agradable contrapunto.
La Editorial Vidal
Llimona y Boceta publicó sin fecha los Gozos en honor del
Patriarca San José a una o dos voces, coro al unísono y órgano.
Un himno airoso sin más.
Los títulos de los
Siete Emblemas Marianos para órgano o armonio (Boileau, 1942)
son: “Dilectus Meus”, “Sicut lilium”, “Flos campi”, “Veni eponsa mea”,
“Mater Inmaculata”, “Rosa mystica” y Stella maris”. La contrariedad
de estas piezas es que fueron concebidas para el piano. No cabe
duda, sobre todo por el salto de algunas voces que reclaman el uso
del pedal derecho del piano y por la utilización de notas más bajas
que el do1, algo inexistente en la literatura organística. Hubiera
bastado un sencillo arreglo para que se adaptaran bien a los dos
instrumentos propuestos, pero es cosa que nadie hizo. A menudo
siguen el esquema A, y B como variación de A; es decir, un tema y,
tras un breve período modulante, el mismo tema cambiando el tono y/o
el modo. Son obras densas, intimistas y con cuidados finales.
En el “Repertorio
Orgánico Español”, colección de los hermanos Iruarrízaga (Editorial
Corazón de María, 1930) aparecen tres piezas para uso litúrgico,
esta vez más organísticas. La escolástica Fuga Tonal se
propone como final de ceremonia. Construida sobre un tema severo,
aunque no arriesga mucho en su recorrido, bien registrada y
declamada es de efecto. Las dos elevaciones o comuniones son la
melancólica y wagneriana Hortus conclusus, sorror mea y la
incisiva plegaria Salvum me fac.
Avanzado este estudio,
me llegó el comentario de que Mariano Viñas tuvo un especial interés
para que su obra se guardara en el Monesterio de Montserrat. Allí me
mostraron tres cajas de tamaño considerable, que apiladas llegan a
la altura de mis ojos, sin clasificar, y que se encuentran en el
archivo musical de la abadía, no en la biblioteca. Pensé si este
material procedía del desaparecido archivo de la Catedral de
Barcelona, pero en una partitura manuscrita, con varias piezas,
Viñas aclara: “Éste no es el orden en que las piezas están en la
copia de la Catedral de Barcelona, por lo que en tinta azul detallo
el orden en que allí aparecen”. A partir de la segunda caja,
acompañan a las obras de Viñas varias de otros compositores que
Viñas utilizaría en la liturgia y un tratado de canto gregoriano. De
todo ello sospecho que si bien Viñas cedió su obra al monasterio
duplicando las partituras de la catedral, alguien luego acabó
entregando más pertenencias de Viñas. En estas cajas hay ejemplares
de muchas obras publicadas, ya comentadas aquí. También se
encuentran manuscritos de algunas editadas y en el caso de los
“Siete emblemas Marianos” dos copias manuscritas y ningún ejemplar
publicado, aunque de su puño y letra advierte en una de las dos:
“esta obra es propiedad de la Editorial Boileau”. Referente a
los manuscritos de obras no editadas, pueden contemplarse varias
grafías claramente legibles, algunas con la partitura general
encuadernada en tapa dura a las que se les ha adjuntado las
particellas anudadas con cinta. El estado de conservación es
bueno, aunque hay polvo. Paso a enumerar estos manuscritos no
vistos publicados, algunos sin fecha: Misa Solemne (1894) a
dos coros y orquesta de cuerda u órgano, dedicada a su hermano
Francesc Viñas; MisaSpiritus Domini (1896) a cuatro
voces y órgano, dedicada al obispo Josep Morgades i Gili; Misa
de la Inmaculada (1905) para coro, armonio y cuerda; la misma
misa para gran orquesta (estrenada en 1907); Misa Lauda Sion
(1915)para triple, tenor y orquesta, incluyendo una
reducción para órgano; Misa Montserratina (1916) para triple
y tenor solistas, coro y órgano; Misa en honor de Santa Teresa de
Jesús (1919) a dos coros y órgano; Misa Solemne de Santo
Tomás (1920) para coro y orquesta; Misa de Angelis a tres
voces iguales y orquesta, alternando con la gregoriana; Misa pro
Defunctis en Fa para dos tenores, bajo y órgano; Misa en
honor a San José a dos coros y órgano; Misa Cum Jubilo
sobre temas de la misa gregoriana, para soprano, tenor, bajo y
órgano; Ave María (1899) para triples, tenores y bajos; O
Salutaris Hostia (1905) para tenor y órgano; Jesu mi
(1905) para tenor y órgano; Salve Regina (1908) a dos voces
iguales alternadas cor un coro al unísono, para la escolanía de la
Bonanova; Ave Maria (1908) para tenor, órgano y violín;
Rosari de la Bonanova (1908) a dos voces y órgano; Tota
pulchra est Maria (1909) para tenor y órgano; Goigs al Sant
Crist de Balaguer (1912)a dos voces viriles y orquesta;
Maitines para la festividad de la Inmaculada Concepción
(1913) para coro mixto a cuatro voces a cappella; Letanías
a la Santísima Virgen (1920) a tres voces y órgano, para ser
alternadas con el pueblo; Ave Maria (1933) para tenor y
órgano; Anima Christi (Roma, 1938) para dos tenores, bajo y
órgano, dedicada al Hermano Junien Victor, Superior General de los
Hermanos de las Escuelas Cristianas; La Barca Vella, (Roma,
1938) barcarola para piano, dedicada a su sobrina y alumna Maria
Viñas Vilardell; Oración del Scout (1938)para coro al
unísono; Magnificat a dos coros y órgano; Salve Regina
para voces bancas, tenores, bajos y órgano; Eia Mater fons
amoris para tenor y órgano, sobre un tema del Stabat Mater;
Regina Apostolorum a dos voces y órgano; Regina Pacis a
dos voces iguales y órgano; Ave Maria para dos sopranos,
tenor, órgano y violin; Felicitación a Maria para coro de
niños con acompañamiento; Rosari para triple, tenor, bajo y
fagot; Timeat eum a dos o tres voces y órgano; Antífona a
San Camilo a cuatro voces iguales y órgano; O Salutaris
Hostia para dos voces blancas, bajo y órgano; Te Deum a
tres voces iguales y orquesta; Christe cum sit hinc exire a
tres voces, sobre un tema del Stabat Mater; Sant Joan de la Creu
para tenor o soprano y órgano, con letra de Verdaguer; Què
t’he fet, ¡oh poble meu! – Improperis a tres voces a cappella;
Quinteto para cuerda y armonio sobre el responsorio Hortus
conclusus; varios Trisagios Marianos y Trisagios a la
Santísima Trinidad. Las obras de envergadura, en particular las
misas, merecerían un estudio detallado, cosa que no pude hacer al
verme sobrepasado por la labor de inventariado. Las misas
orquestales siguen el patrón del Miserere de Eslava, aunque su
teatralidad es menos evidente; a medida que avanzan las fechas, la
grandiosidad cede paso al recogimiento sin abandonar del todo los
elementos profanos, y la orquesta pierde su protagonismo en favor
del órgano.
La partitura más
curiosa entre las encontradas en Montserrat es autógrafa y
personalizada. Se trata de la citada barcarola para piano solo “La
Barca Vella” y en la portada puede leerse en castellano: “A mi
queridísima sobrina y alumna María Viñas Vilardell: Expresivo
recuerdo que en la festividad de de su excelsa patrona la Virgen
Santísima en su Asunción, en premio a su virtud y grandes progresos
en el arte del piano le ofrezco con la siguiente poesía ‘Per a
arribar al port’ y la barcarola ‘La Barca Vella’ escritas con tal
objeto en los días de nuestro destierro. El Autor. Roma, 15 de
agosto de 1938”. Ya he apuntado que, por su condición
sacerdotal, Viñas se refugió en Roma durante la guerra. También en
la portada está la poesía, que por su distribución silábica y por la
temática parece estar pensada para colocarle la música de una
habanera: “Pel mar del mon navegaba, pro com que era en barca
vella, per mes que mirés l´estrella, lo que es el port no l´trobava...”.
La música de la barcarola ocupa diez páginas, con una
caligrafía práctica, limpia y de trazo decidido. Empieza con un
delicado motivo en 6/8 de caracter infantil, que podría haber ideado
Schumann; luego todo se complica con glisandos, acordes tremolantes,
agrupaciones exuberantes, escalas cromáticas... concluyendo con un
final rotundo. Fechada el 20 de julio de 1938, es una partitura
descriptiva, cuyo argumento escribe Viñas en la última página:
“Una peña de muchachos jóvenes tienen la humorada de dar un paseo
por mar subidos a una barca vieja. Hasta el compás 58 todo va viento
en popa. Al 59 empieza la preocupación por observarse alguna
anormalidad que en el 62 y siguientes les ocasiona algunos
sobresaltos. Al 87 y siguientes un fragmento del tema de la barca
por tres veces les previene de la inminente catástrofe que se
vislumbra próxima, acentuándose más y más con aquel pedal en si
bemol que empieza en el 97 y deja pasar sobre él varios acordes de
7ª menor de diferentes tonalidades, hasta que, con los acordes que a
un mismo tiempo se producen en los dos tonos diferentes en el compás
99 seguidos cada uno de su respectiva escala cromática, se describe
el efecto desastroso y estrafalario de la catástrofe que allí eplota,
todo lo cual tiene su resolución en el compás 103. A partir de este
punto la serenidad y pericia de los tripulantes se impone, se logra
salvar el peligro y continuar la marcha, no sin alguna zozobra que
se manifiesta en el 120 y siguientes, pero renace la calma y con
ella la alegría hasta llegar sanos y salvos al fin de la excursión”.
María Viñas Vilardell
y su hija tuveron la amabilidad de recibirme en su domicilio de
Barcelona. Allí guardan manuscritos de Viñas agrupados en álbumes de
tapa dura, que el compositor había obsequiado a miembros de la
familia con motivo de alguna celebración. No son composiciones
escritas para la ocasión, sino selecciones de obras escritas
anteriormente. Omito las ya mencionadas, dando cuenta de las demás:
Idilio (1910), habanera para soprano o tenor y piano con
letra de Narciso Campillo; Jesu doloris victima (1911) para
barítono omezzosoprano y acompañamiento; La Goja de
Banyoles (1912)a una voz y piano, con letra de Verdaguer;
Serenata del trovador (1941) para ejecutar al piano con la
mano izquierda; La Pastoreta a una voz y acompañamiento, con
letra e F. Casas i Amigó; Cant d´amor para soprano y tenor,
con letra de Verdaguer; Pastorella a dos voces y
acompañamiento, con letra de Verdaguer; Las tres volades para
soprano o tenor y acompañamiento, con letra de Verdaguer; Llanto
de amor ante el Corazón de Jesús para tenor y acompañamiento,
con letra de Gaspar G. Pintado SJ; La vida, obrapara
piano dividida en “Preludio”, “Infancia” y “Juventud”; Nit de
Nadal, obra para piano dividida en “Pobre Mare”, “En la casa del
dolor” y “Temes”. Las obras para piano, de un romanticismo con
influencias de Beethoven y Liszt, exigen un nivel alto por parte del
ejecutante.
Hay noticias de la
interpretación de las siguientes obras en vida de Mariano Viñas: El
melodrama sacro El triunfo de la virginidad (1915); el mismo
drama en catalán (1935); Brindis de Pascua (1910) para coro
mixto, premiada en la V Festa de la Música Catalana; Lluny
de ma terra (1911) para coro mixto, con letra de Verdaguer, obra
ganadora de la VI Festa de la Música Catalana; La Goja de
Banyoles (1912) para coro mixto con letra de Verdaguer,
que ganó el premio musical del XXIII Certamen literari d’Olot;
Sentint un rossinyol; Lo Noi de la Mare; Cant d’amor
para coro a cuatro voces, con letra de Verdaguer; Cant de Gentil;
Desencantament a una voz y acompañamiento; el poema
orquestal Somni de Sant Joan (1909) primer premio en la
Exposición Regional de Valencia; una sardana (1911) premioextraordinario en los Jocs Florals de La Bisbal.
Algunas
consideraciones
A principios de los
años setenta, siempre que pasaba por la Editorial Boileau compraba
un cuaderno de la colección “Biblioteca Orgánica. Así fue como
descubrí los “Siete Emblemas Marianos”. Me gustaron, quise saber
quién era su autor y conocer otras obras, pero no hubo manera. En
aquel tiempo muchos infravaloraban a los músicos sacros que
vivieron durante el movimiento cecilianista, que condujo a la
proclamación del Motu Proprio de 1903. Por otro lado, yo era un
joven estudiante de piano, predispuesto hacia la música religiosa,
pero sin experiencia sobre cómo meterme en estos berenjenales. Una
pena, porque entonces vivían muchos que conocieron y trataron a
Mariano Viñas. Nunca abandoné el proyecto y hará unos dos años
consulté sobre su oportunidad a varios amigos músicos, que me
alentaron. No es que en la actualidad haya más datos de Viñas salvo
las dos cartas a Verdaguer y un error sobre la fecha de defunción. A
menudo me he encontrado con absurdas dificultades, pero también he
disfrutado de momentos emotivos, como la mañana en que subía con el
cramellera a Montserrat preguntándome qué obras de Viñas guardarían
las tres cajas.
El lector tal vez
piense que hubiera bastado con escribir que Mariano Viñas compuso
misas, motetes, cánticos religiosos y unas cuantas piezas
instrumentales. Pero citarlas una por una, así como su localización,
aunque pueda parecer cansino, facilitará posibles estudios
posteriores.
En cuanto a los Viñas,
sorprende la capacidad de superación en un medio hostil, una comarca
empobrecida por las incursiones francesas y carlistas y, pese a
todo, una tierra que acunó en un corto espacio de tiempo a un tenor
mundialmente reconocido, a un músico frecuentemente editado en vida
y a un farmacéutico de prestigio. Aunque todos ellos estudiaron a
costa de esfuerzos y privaciones, hay mucho de autodidacta, un afán
de superación sin límites. Viñas, al que no he catalanizado el
nombre porque casi siempre utilizaba Mariano en lugar de Marián,
emplea un catalán poco reglado en el que a veces desliza “orga” en
lugar de “orgue” o la conjunción “y” en lugar de “i”. La formación
musical que recibió debió de ser la propia de la época, en la que
algunos profesores no enseñaban la música de compositores como Bach
si no les gustaba, insistiendo en otros de valor pedagógico
discutible. Al respecto, Mario Rinaldi, en una biografía sobre
Lorenzo Perosi (Edizione de Santis, 1967), cuenta que el maestro
tortonés descubrió la música de Chopin a edad avanzada,
sentenciando: “Bach, Palestrina, Mozart e Chopin. Gli altri tutti
cialtroni!”. Ganó las oposiciones como maestro de capilla en la
Catedral de Barcelona en 1912, un año antes de que se acabara de
construir la actual fachada, que muchos turistas y despistados
creen que es genuinamente gótica. En 1933 falleció su hermano
Francesc Viñas. Sea porque el desenlace le afectó profundamente o
porque con 65 años consideraba que merecía un descanso, disminuyó
notablemente su actividad creativa. Y fue longevo: murió en 1954 con
86 años. Como sucede con muchos compositores de su tiempo, entre sus
obras unas resultan más inspiradas que otras. En este aspecto, en
un futuro sería conveniente una valoración más minuciosa, con la
intención de divulgar, al menos, lo más relevante. Por otro lado,
aunque los compositores sacros españoles de su generación no han
sido muy frecuentados por los musicólogos, cabe añadir que la
deslumbrante figura de su hermano, el tenor Viñas, opaca la suya. En
una extensa biografía de Lluis Millet, de Maximiliano García Venero
(Ediciones Destino, 1951) el autor cita a todos los compositores
catalanes que se relacionaron con Millet, fundador de L´Orfeó
Català, menos a Mariano Viñas, con quien coincidió en varias
ocasiones. Sirva este trabajo para rescatar al compositor del
olvido, antes de que el tiempo oscurezca más su
memoria.
Apéndice
Las dos cartas a Verdaguer:
·Osor 31 de cctubre
1892
Benvolgut Sr.: no sé i
mereixeré lo sobrenóm de atrevit al dirigirme per primera volta á sa
persona, pero el recordar la senzillesa y modestia que, mes que sas
obras, han fet gran á Mossen Jacinto, ha impulsat mon desitj de
portarme aixis. No dubto pas que Aquell Senyor, que sab donar lo
cent per un, li tindrá preparada hermosíssima corona pels bells
fruyts, queha reportat [a] nostra religió Santa ab sos cants
mistichs, especialment en nostra aymada terra catalana. ¡Vulla Deu
per molts anys conservarlo per gloria de nostra religió y nostra
patria! Era jo encara en edad tendre y poch després de la publicació
primera de sos Idilis, que tinguí favorable ocasió de llegir en ells
la hermosa Oració á Maria «Dolsa Mare del bon Deu…» y fou tant lo
que me enamorá, que la aprenguí de memoria. Llavors havia comensat á
estudiar la solfa, y encara que no hi entenia res, tot solet ideava
pensaments de música, per veurer si lograria per la indicada Oració
trobar una tonada que a mi’m plagués. Totaixó succehia en los
contorns de Vich, anant y tornant de la casa de pagés, que jo servia
en lo principi de ma carrera eclesiástica, la qual poch temps fa
acabada, sentí despertarse en mi una simpatía per la composició
musical, y al efecte entre las probas de ella, fou casi la primera
la que li oferesc sobre la mateixa Oració á Maria. No puch menos de
suposar que la mia poca experiencia en l’art musical haurá fet
inevitable un gran número de faltas de que jo desitjaria veurer
lliure á mon trevall, per no ser tant indigne de la lletra que
l’hermoseja, i aixó me tingué alguns dias detingut sens acabar de
gosar ferli’n mostra á sa persona mes, á instancias de mos amichs y
crehent que ningú com Vosté ho tenia tan merescut, m’he determinat á
passar avant, esperant que si la ofrena no correspon á la dig nitat
de sa persona, me permetrá el que ho supleixi ab la tendresa del
afecte que li dedico. No vull serli mes molest, li prego me tingui
present devant de Deu en sas fervorosas oracions y sàpiga que te un
amic que
L’estima de cor en est
son capellá afm. En Cristo:
q. b. s. m.
Mariano Viñas Prebere
·Roma 8 juny de 1896
Acabo de rebre la molt
apreciada carta de V. y no sé com agrahirli degudament lo favor
que’m fa al dexar- me trevallar sobre sas poesíes que inspirades com
son espero supliran la pobresa de mos cants. En retorn me ofereixo
enterament á la disposició de V. y rebré com un favor si’m dona
ocasió de servirlo. Li agrahexo la felicitació que’m dona per mos
trevalls que si alguna cosa valen estich ben segur que se deu á la
poesia de V. Per mes que anyoro á ma aymada patria me sembla que no
podré tornar á ella antes de 1 any, pero quan Deu vulga que axis sia
desitjo molt visitar y repetir á V. mon agrahiment. Tant bon punt
sia publicada la composició «Lo pecador á Jesús», n’hi enviaré un
exemplar. Desitjo que’l Dolcissim Cor de Jesús endolsexi les penes
del Cor de Vosté y me recomano á ses plegaries.
S.
afm. Q. B. S. M.
Mariano Vinyes Pbr.
Agradecimientos
Este trabajo no
hubiese sido posible sin la ayuda de:
Elsa Álvarez, de la
biblioteca del Monestir de Montserrat.
Marta Aramburu, de la
Editorial Boileau.
Olatz Berasategui, del
Archivo y Biblioteca del Santuario de Loyola.
Gemma Buxadé Viñas, de
la familia Viñas.
Daniel Codina,
musicólogo, benedictino del Monestir de Montserrat.
Joan Carrera Vilardell,
natural de Moià.
Esteban Elizondo,
organista y musicólogo.
Jordi Gargallo,
secretario de la Associació Musical de Mestres Directors.
F. Xavier González,
del Servicio de Documentos de la Biblioteca de Catalunya.
Carles Illa Casanova,
natual de Moià
Jordi Lara,
investigador musical y director del programa Nydia de TV3.
Miquel Lerín, de la
familia Viñas.
Josep Pavía i Simó,
musicólogo y canónigo de la Catedral de Barcelona.
Juan Luis Sáiz
Virumbrales, organista e investigador musical.
La Hemeroteca del
diario La Vanguardia.
Pello Leiñena, de
Eresbil, del Archivo Vasco de la Música.